La primera emoción de la que voy a hablar es la sorpresa, también denominada asombro. Se considera la emoción básica más singular. Hay autores que han cuestionado que realmente se trate de una emoción porque no tiene todas las características que tienen las demás (por ejemplo no tiene valencia, cuando muchos autores entienden que una emoción tiene que tener valencia positiva o negativa, de ahí que se describa como neutra).

Parece ser que se identifica más con sucesos negativos que positivos (de hecho su expresión facial se confunde con las emociones negativas, sobre todo con el miedo), pero como en todo existen investigaciones que demuestran lo contrario. En un estudio de Smith y Ellwort, (1985) a la gente se le pedía que recordara sorpresas y les venían a la mente más ejemplo agradables que desagradables.
Darwin “la sorpresa se produce por lo inesperado o desconocido”, en su libro “La Expresión de las Emociones en los Animales y en el Hombre” (1872,1965) la describe como una sensación causada por algún acontecimiento repentino e inesperado.
La sorpresa se podría definir como la reacción causada por un suceso o evento discrepante del plan o esquema del sujeto, algo imprevisto, extraño o novedoso. En general todos los procesos psicológicos, pero sobretodo la atención, se dedican a procesar ese suceso responsable de la reacción.
Es la emoción más breve, ocurre de forma súbita y desaparece con la misma rapidez, es como un estado transitorio. Deja la mente en blanco y suele convertirse en otra emoción rápidamente.
Es la emoción asociada con la respuesta de orientación, pues hace más sensibles los sentidos y de esta forma aumenta y optimiza nuestra receptibilidad. Por ejemplo imaginemos que estamos solos en casa y un ruido o lo que sea nos sorprende, ese ruido o suceso captura nuestra atención y los sentidos (sobretodo la vista y oído) se agudizan.
Se evalúa de forma rápida y automática el evento y sus consecuencias, facilitando la aparición de una reacción emocional y conductual apropiada. Bloquea otras actividades y concentra el esfuerzo en el análisis del evento sorprendente. Si es necesario (consideramos el estímulo como nocivo) se producirá una respuesta de defensa.
La expresión facial de sorpresa es la primera que aparece en los recién nacidos, en torno a los 6-8 meses de vida. Se caracteriza por ojos y boca bien abiertos, elevación de la parte interior y exterior de las cejas y de los párpados superiores, descenso de la mandíbula y apertura de boca.
Se tiende a confundir con el patrón facial del miedo, pero ésta implica además de las mismas acciones que en la sorpresa, el descenso de cejas y el alargamiento de la comisura de los labios.
Espero que os haya gustado.
Hasta pronto! Diana.
Foto: Steve G 73